Comparo mi vida con el tiempo que le lleva a una estrella hacer cualquier cosa y me doy cuenta de lo rápida que está pasando. Como soy efímera. Soy más fugaz que cualquier estrella y eso me hace sonreír. No soy un polvo cualquiera, soy polvo de estrellas fugaces.
sábado, 6 de abril de 2024
IRSE
jueves, 18 de mayo de 2023
jueves, 23 de mayo de 2019
HAY
domingo, 7 de abril de 2019
lunes, 1 de abril de 2019
sábado, 23 de febrero de 2019
MEMORIA
jueves, 4 de octubre de 2018
PUNTO DE VISTA
Dicen que la verdad nos hace libres, pero cuando la vemos asomar por los ojos de quien nos ama, nos encadena.
Isabel Salas
miércoles, 26 de septiembre de 2018
VIVIR CON ARTE
domingo, 2 de septiembre de 2018
RAZONES
No me gusta esa gente que cuando alguien por quien siente interés, no le corresponde, se lanza a buscarle defectos para que le duela menos el desprecio. Yo soy más retorcida, le sigo viendo las virtudes que me hicieron enamorarme, pero me paso el día y parte de la noche analizando su personalidad para, racionalmente, explicarme a mí misma lo afortunada que soy porque ese hombre a quien yo le daría todos los besos del mundo, no me quiere, ya que seríamos muy desdichados debido a las tres mil sandeces que se me ocurren cada minuto para conformarme.
Puede ser la manera insoportable que tiene de sujetar las gafas mientras habla, su tono al pronunciar la ese cuando dice la palabra sabiduría o la forma como se pasa protector solar los domingos. Es decir, cosas sin sentido que no me consuelan en absoluto pero me quitan las ganas de llorar por haberme enamorado, una vez más, de quien ni sabe que existo.
Son cosas que pasan, dice mi amiga Yolanda, ya se te pasará, dice mi prima Mercedes, eso nos pasa a todas alguna vez, dice mi vecina Sonia y yo a todas les digo que sí, que se me pasará como siempre se pasa, como el río pasa debajo del puente, pero igual duele y me quedo gris.
Lo que más triste me deja es que a veces, la incapacidad de amarme, no es consecuencia de mis defectos, que son muchos y seguramente me hacen insoportable para ciertas personas, sino de alguna mala experiencia previa que tuvo el caballero que me interesa. Cuando eso sucede, y lo puedo constatar por sus comentarios, me doy cuenta de que la mayor victoria de los que no nos quisieron en su momento, es que nos dejan inservibles para el amor, escépticos, cínicos, descreídos e irónicos.
Y eso sí me hace desistir del amor de esa persona en concreto.
Saber que haga lo que haga y diga lo que diga, de nada servirá porque alguien dañó su capacidad de creer en el amor. Ese hombre que a pesar de no ser perfecto en nada, me parecía ideal para amarlo a todo color, se queda en blanco y negro y ya no despierta mis mariposas sino mis ruedas y mis ganas de alejarme lo más rápido posible
Mi fe en el amor sigue intacta aunque yo esté un poquito más lastimada que la primera vez que amé. Aún creo que el corazón roto puede amar lo mismo que el ileso y que las sonrisas rotas regalan besos perfectos.
Así empieza el repliegue de mis velas ante la falta de viento en el mar de ese hombre que afirma no creer en el amor porque le dio el poder a alguien de su pasado de matarle las ganas de ser feliz amando. Y aunque duela un poquito, va doliendo menos conforme pasan los días.
El sol viene de nuevo a regalarme algunas horas de primavera en medio del invierno y juega a ser anestesia de almas machacadas.
Isabel Salas
jueves, 5 de julio de 2018
OLORES
viernes, 29 de junio de 2018
ABRAZOS
martes, 29 de mayo de 2018
HOTEL
miércoles, 16 de mayo de 2018
CURA
martes, 15 de mayo de 2018
OMITIR
La omisión y la mentira son primas hermanas. Van a las mismas fiestas, pero se sientan en mesas distintas. La mentira habla mucho. Inventa. Decora. Teje ficciones. Te dice que no pasó algo que sí pasó, o al contrario, que jura con los pies juntitos que sí pasó algo que jamás sucedió, y después se va a dormir tranquila pensando que engañar es un arte y ella una genia.
La omisión, en cambio, no dice nada. Se queda calladita, sabiendo que hay algo que debería contarse... pero elige no hacerlo. Se lava las manos del alma y sonríe como si nada mientras tú sigues caminando hacia el precipicio, ajeno al desastre que te espera.
Entonces, ¿cuál es más grave? Sin duda la mentira es más fácil de odiar. Es evidente. Es ruidosa. Cuando la notas sientes que te pasaron por encima con un camión de manipulación. Pero la omisión es más traicionera, porque parece inofensiva. Está disfrazada de pasividad, de "yo no hice nada", cuando en realidad hizo algo peor: te negó la posibilidad de elegir sabiendo.
Es como si alguien te dijera: “Te dejé en la oscuridad porque si te decía la verdad, no me divertiría igual”. Y eso... eso duele mucho más que tres camiones de mentiras. Porque no te mintieron en la cara, sino que te desarmaron por la espalda. La pregunta ¿cuál es peor? tiene de mi parte una respuesta tajante: la que más te quita libertad, la que te roba la oportunidad de elegir con las alternativas claras y los datos brillando a la luz del sol.
Omitir siempre es peor que mentir.
Isabel Salas