jueves, 15 de mayo de 2025

APOCALIPSIS FISCAL


 

Mientras todo parece un decorado provisional nacido de la mente de un acumulador, el wifi es más estable cada día, pero la vida no.

Se ha convertido en el inventario poético de un universo emocional apagado, como si Disney se hubiese ido a vivir solo y sin calefacción a esa isla donde los famosos pasan hambre y nos divierten peleando por estupideces. Hay una épica tragedia contemporánea en nuestra alma confusa y a la RAE le da un colapso nervioso cada semana. En cada ojo. En los tres. En directo, mientras el fantasma de Sor Juana le acaricia el pelo y le dice: “shhh, déjalo fluir”.

Ya no hay dragones ni brujas. Las lagartijas presumen de ser las nietas de los dragones que no quemaron, y las actrices porno preparan ungüentos en sus calderos brujiles para aliviar los escozores. Buscan en sus brazos lunares estratégicos que les digan de qué linaje vienen, pero todos los lunares se asemejan y no parece tener mucho sentido indagar sobre esos detalles. Al fondo, el director grita que la próxima escena será sin condón.

El ministro de Hacienda también lo dijo ayer: ya no hay condones para todos, y las multas son una ruleta rusa. Todos podemos morir en cualquier momento, en cualquier semáforo. Cuando no llega el wifi, hay datos. ¡Qué alegría!

Solo la sospecha de haber elegido mal desde el principio le quita brillo a este fin de los tiempos tan bonito que nos toca vivir. Conozco a dos viejos cascarrabias que se pasan memes apocalípticos por WhatsApp. Los dos se alegran mucho de haber conocido la vida antes de internet, pero no comprenden que eso no se puede decir.  Ofenden a los detectores de odio y eso no puede ser.  

En la calle suena un canto de funeral con estructura de villancico demente, y algunos se empeñan en bailar porque son jóvenes y lo que el cuerpo pide es baile. La luz roja del semáforo ilumina los aros del malabarista. Los convierte en bocas de volcán, después la verde los transforma en pececitos de colores sin estanque. ¡Qué dura es la vida!

Los dos viejos ignoran que los comentarios sobre tiempos pasados se los guarda uno. Los demás estamos cada día más censados y censurados. Somos la imagen exacta del microfascismo cotidiano que nos vendieron como “responsabilidad cívica”. Los de la tercera edad ya están fuera de la ley. Los demás estamos dentro. Al fondo a la derecha. Bajando el escalón.¡Qué oscuro está! La luz no funciona.

“El fin de la humanidad” ya no suena épico. Ya no parece bíblico. Parece tan inminente como el fin de la guerra de Ucrania. Pero los mismos que sabotean la paz sabotean la alegría, el sol que nos alumbra y todo lo que se les cruce por delante.

En medio del Pacífico, una voz suena como una actualización de software que no se puede posponer. Por si acaso, alerta de tsunami. Todos atentos a ver hacia dónde corren los elefantes. Quien no tenga elefantes, que no se preocupe: puede mirar a los gatos. Los gatos son de poco correr hacia el monte. Si los ves largarse, vete con ellos.

“Decir la verdad” ya no es un acto heroico. Se ha convertido en una rutina agotadora. Los profetas de la nueva era fugaz tienen un trabajo muy mal pagado. Definitivamente no se puede vivir de los directos: los algoritmos te destrozan la esperanza.

Poca gente escribe para parecer lista. Alguna lo hace para no tener que morir antes de que cante el gallo. Estamos de acuerdo: el colapso no hay que explicarlo, pero podemos tratar de hacerlo más habitable.

Por ahora nadie nos impide respirar.

Isabel Salas

martes, 13 de mayo de 2025

AGRESIÓN


Mis maneras se tienen que vestir de Domingo para disfrazar el miedo porque es la única manera que conocen de sobrevivir. 

Tal vez, mi memoria aún cree en el agua bendita y en sus ilimitados poderes de protección y,  por eso, cuando tengo mucho miedo y siento que nada puedo hacer para evitar los golpes, mi corazón invoca la imagen y el olor de una piedra de pila bautismal. Se encarama hasta el borde frío y mira adentro calculando la temperatura del agua y la distancia del salto, casi siempre proporcional al volumen de los gritos que me asustan o a la arista de las palabras con que intentan herirme. Después se lanza a nadar en ese líquido, perfumado con la santidad de todos los ángeles, mientras mis ojos adoptan su mirada nublada de Día Sagrado para observar los ojos que me asustan, a través del velo protector del acuario bendito.

Mi boca, mis gestos, mi sudor y el temblor de mi sangre se disfrazan con su vestimenta más dominguera y yo me concentro en ese aroma de piedra mojada, que me recuerda el de las lágrimas que intento tragar. 

Sal, sangre y silencio. El dolor que mis propias uñas producen en las palmas de mis manos para que yo me pueda concentrar en un dolor físico que me distraiga del otro, se va haciendo cada vez más  fuerte, deja de ser incorpóreo y se materializa poco a poco en una piedrecita que guardo en secreto entre los pliegues de mi alma hasta que el temporal pasa.

Los gritos cesan, la agresión termina, quien me estaba torturando se aleja, y entonces, con cuidado, saco mi piedra, estudio su color, admiro su suavidad, envidio su belleza, bendigo a Rubén Darío aunque sé que no era un gran admirador de las mujeres que escribían, (no soy rencorosa), y dejo de temblar.

Mi corazón se aleja de la pila y regresa a mi pecho. Me acerco entonces, al estanque de peces de colores que mantengo escondido en mi jardín secreto. Allí podría gritar, llorar, desesperarme, levantar mi puño al cielo sin que nadie lo impidiera ni temor a represalias, pero no quiero asustar a mis  peces.

Con dulzura me acerco al borde y suavemente, con extrema delicadeza, dejo caer mi nueva piedra. Se junta, así, a tantas otras que, desde el fondo, sonriendo, acompañan la bellísima coreografía de mis amigos de colores.

Isabel Salas

viernes, 2 de mayo de 2025

LA FOTO INVENTADA


Piensa en algo que no pasó pero que te habría encantado que hubiera pasado. Piensa fuerte, recréalo en tu mente, ponle los colores, la temperatura, la hora ideal. Puedes ponerle hasta olores o ruidos. Sin miedo.

Paseate por el momento, vívelo, siente las sensaciones que hubieras sentido si eso que estás imaginando hubiera pasado y cuando lo tengas todo perfecto, tírale una foto al momento. Guárdala con otros momentos en tu mente.Y espera, sigue con tus cosas. 

Cuando pasen algunos años y te pongas a buscar entre los recuerdos la vas a encontrar. Tal vez para entonces tu mente vieja se habrá hecho un lío y no sabrá distinguir lo verdadero de lo inventado. Te llevarás una gran alegría al mirar esa foto. Sentirás de nuevo lo que experimentaste cuando viviste aquellas horas. Aquella temperatura, aquellos olores volverán a tu mente, escucharás el ruido de fondo y podrás tocar los colores.

Te sentirás de nuevo feliz con la misma felicidad que sentiste en aquel momento. Para eso son las fotos. para poder revivir instantes vividos. Dónde sea, dentro o fuera. Inventados o no.



Isabel  Salas




lunes, 28 de abril de 2025

COHETES


Algunas tristezas explotan como fuegos artificiales. 

Asustan a los perros como los estruendos de fin de año, marcando el fin de algo, de la paciencia, de la capacidad de soportar desmanes o simplemente explotan porque todo explota a la temperatura adecuada. Transforman en furia la frustración, convierten la rabia en colores temblones y hacen que los ojos brillen con chispitas de luz. 

Son peligrosas esas tristezas tan explosivas.

Algunas veces producen universos y ya se sabe que los universos, como otras cosas, los carga el diablo.

Isabel Salas

sábado, 19 de abril de 2025

TRIZAS DE COLORES

 
El músculo aductor y otras formas de decir no.
 
  
 
 
 
¿Os acordáis  cuando la profesora sin previo aviso sacaba la caja de tizas de colores?
Era como una fiesta. Algo especial. Las tizas caras de escribir cosas raras, fuera de lo común. No sé vosotros, pero yo hasta hoy recuerdo como me impactó ver lamelibranquios escrito en verde claro. Lo que hasta ese día habían sido  simples almejas y coquinas flotando en las paellas, se convirtieron en bichos guardados dentro de un caparazón con dos valvas laterales, generalmente simétricas, unidas por una bisagra y ligamentos. Supe que dichas valvas se cierran por acción de uno o dos músculos aductores.
 
Me pareció tan sexual lo de aquellos músculos. Erótico, salvaje. Pero no dije nada. En esa época yo creía que era una enferma mental obsesionada con imágenes pornográficas y que sólo yo veía que las almejas parecían órganos sexuales femeninos como los míos y que lo de valvas y vulvas también parecía la misma cosa. Una broma de un científico super salido. Con el tiempo también supe que mucha gente  hizo esa relación entre lamelibranquios y mujeres.
 
Menos mal, me sentí más normal.
Menos sola. 
 
Aprendí que las mujeres también tienen  conchas bivalvas, que se se cierran cuando están enfadadas con sus hombres. Que el músculo que cierra la entrada en la vagina es el corazón, y cuando está hecho trizas se vuelve arisco. Y se te quitan las ganas de abrir tus caparazones bilabiales.
 
De abrir tus piernas.
De abrir tu boca.
 
Y te metes dentro de tu concha triste. Con tu pena negra. Y te preguntas  si venden cajitas de trizas de colores para amenizar tanto disgusto.
 
¡Joder!
Tanto disgusto

Isabel Salas

sábado, 5 de abril de 2025

PROPÓSITO ALGORÍTMICO


Impacto tienen las bombas,

valor tienen los valientes.

No me pidas ser gurú

embalado por zambombas

mientras rechino los dientes

en la guerra de Mambrú.


No me pidas que te guíe.

No quiero salvar a nadie

ni impresionar ni enseñar.

No me exijas que confíe

ni que mi aura te irradie

al ayudarte a sanar.

 

No soy el Hat Gepeté

rey de la ventriloquía,

creador de contenido,

autor del vacíate,

domador de la anarquía

y del saber engreído.

 

Soy una chispa divina,

el deseo de vivir

crecer, reír y soñar.

El gas de la gasolina,

el placer de reincidir

y del acto consumar.

 

Isabel Salas



miércoles, 2 de abril de 2025

HACIA LA INMORTALIDAD



Entre las más impactantes y conmovedoras formas de preservar la memoria de nuestros muertos ilustres, sin duda, se encuentra la tradición de las máscaras mortuorias, moldes del rostro de una persona fallecida que capturan, con exactitud casi perfecta, los rasgos últimos de quienes dejaron huella en la historia.

Estas máscaras no nacieron como arte por sí mismas, sino como herramientas de memoria. Ya en el Antiguo Egipto, los faraones eran enterrados con máscaras funerarias doradas, como la de Tutankamón que casi todos recordamos. Las máscara egipcias no eran moldeadas directamente sobre el rostro, pero sí representaban la trascendencia simbólica del difunto. Más adelante, en la Antigua Roma, practicaron la costumbre de conservar imagines maiorum, bustos de cera de los antepasados, usados en procesiones funerarias para honrar la genealogía.

Sin embargo, la técnica realista de la máscara mortuoria, realizada directamente sobre el rostro del difunto con yeso o cera, se popularizó en Europa a partir de la Edad Media, y alcanzó su auge durante los siglos XVIII y XIX, en pleno apogeo del pensamiento ilustrado, la ciencia anatómica y el arte neoclásico. Se usaban no solo como recuerdo, sino también como referencia para escultores y pintores, o incluso con fines médicos, antropológicos y científicos.

Entre las máscaras más célebres que se conservan están la de Dante Alighieri, cuyo rostro fue inmortalizado después de su muerte en 1321; la de Napoleón Bonaparte, moldeada poco después de su fallecimiento en 1821 en la isla de Santa Elena; y la de Ludwig van Beethoven, cuya máscara post mortem de 1827 refleja la profundidad de su semblante, marcada por la genialidad y el sufrimiento.

También figuran en este panteón inmóvil las máscaras de Friedrich Nietzsche, el filósofo del eterno retorno; la del poeta y grabador inglés William Blake, visionario del alma humana; o la de Blaise Pascal, matemático y pensador religioso. Incluso el rostro de María Antonieta, reina de Francia, fue preservado tras su ejecución mediante un molde realizado en secreto por la escultora Madame Tussaud, fundadora del célebre museo de cera.

En esta colección silenciosa también se encuentra Julio Verne, el padre de la ciencia ficción moderna. Tras su muerte el 24 de marzo de 1905, en la ciudad francesa de Amiens, el escultor Albert Roze, también oriundo de la región, fue el encargado de realizar su máscara mortuoria, capturando con precisión los rasgos del escritor que nos hizo viajar al centro de la Tierra, a la Luna y a lo largo de veinte mil leguas bajo el mar.

Dos años más tarde, en 1907, Roze creó una obra escultórica monumental para la tumba de Verne. La pieza, titulada “Vers l’immortalité et l’éternelle jeunesse” (Hacia la inmortalidad y la eterna juventud), representa al escritor emergiendo de su tumba, rompiendo la lápida con el torso desnudo y un brazo extendido hacia el cielo, como si rompiera la barrera entre la vida y la muerte o tal vez en su viaje entre el mundo material y el espiritual. 

La escultura fue instalada en el Cimetière de la Madeleine, en Amiens, donde reposa Verne junto a su esposa Honorine. El monumento se convirtió rápidamente en un lugar de peregrinación literaria. La elección del título y la fuerza simbólica de la figura puede evocar para los cristianos la resurrección y para los no creyentes  la inmortalidad de la obra literaria de Verne, pero definitivamente es una escultura impresionante que difícilmente nos deja indiferentes.

La tumba de Julio Verne, gracias a esta escultura deja de ser  un simple lugar de descanso, para convertirse en  una puerta abierta a la imaginación. Un recordatorio de que la muerte no es el final, sino el umbral hacia otra forma de presencia, en este caso, la que vive en las palabras, en los sueños, y en el rostro moldeado  para no ser jamá olvidado.

Isabel Salas

lunes, 31 de marzo de 2025

MULTICULTURALIDAD IMPUESTA


La  tan cacareada multiculturalidad, impuesta a Europa desde hace años como un valor que exalta la diversidad y promueve valores de inclusión, merece, sin duda,  una segunda y una tercera revisión crítica  que, a día de hoy, no está siendo permitida ni incentivada. Nos la han presentado como un avance moral, como el signo de una sociedad madura y tolerante, pero en la práctica se ha venido convirtiendo en un proceso de desintegración donde solo una de las partes, la europea de raíz cristiana, está siendo obligada a renunciar a su historia, sus comidas, sus tradiciones y su fe.

Lo más increíble es que a los pueblos de Europa no se les ha consultado si desean abrir sus puertas a costumbres ajenas, a religiones incompatibles con sus valores, o a normas de convivencia o vestimenta que desdibujan el alma cultural que los ha sostenido durante siglos. La multiculturalidad que se ha promovido no nace espontáneamente de una migración natural, ni del respeto mutuo ni mucho menos del diálogo sincero, sino desde el turbio propósito de una ingeniería social que evidentemente, parece buscar la disolución de lo que aún queda de identidad espiritual, cohesión familiar y conciencia histórica en las sociedades europeas de raíz cristiana.

Obviamente no estamos ante un fenómeno natural. Es política. Es proyecto. Y es, según muchos valoramos, peligroso.

El cristianismo, y esto hay que decirlo sin miedo, ha modelado las bases éticas de la civilización occidental. Ha dado a la humanidad principios como la dignidad individual, el valor del perdón, la defensa de la conciencia, la separación progresiva entre lo espiritual y lo temporal, y una cultura del amor que ha transformado lentamente los impulsos más brutales de la historia. Aunque se hayan cometido errores y aunque existan episodios oscuros como la Inquisición, el cristianismo ha sido capaz de evolucionar hacia una visión más elevada del ser humano, precisamente porque se sabe guiado por un mensaje que trasciende el poder y el tiempo: el mensaje de Cristo.

A menudo se trae a colación la Inquisición para descalificar esta herencia, por eso es necesario hablar con datos y contexto. La Inquisición española, en sus más de 350 años de existencia, produjo entre  3.000 y 5.000 ejecuciones. En toda Europa, las distintas inquisiciones no suman más de 50.000 muertes. No son cifras aceptables, y tristemente existen, pero sí deben ser puestas en su marco histórico: siglos de guerras religiosas, castigos civiles atroces, y sistemas judiciales embrionarios. La Iglesia, en muchos casos y aunque cueste creerlo, fue más garantista que los tribunales civiles. Además, la propia tradición cristiana produjo autocrítica, promovió la revisión, el perdón público, y todas las reformas profundas que nos han traído a la actualidad.

Ahora bien, comparemos esto con los sistemas legales y religiosos de raíz islámica que aún hoy, en pleno siglo XXI, se practican y no como excepción sino como norma: el matrimonio infantil, la lapidación por adulterio, la pena de muerte a homosexuales, la persecución de apóstatas y cristianos, el castigo corporal en la vía pública, y la absoluta subordinación de la mujer entre otros. Todo esto con sustento teológico y amparo estatal. Hay países donde aún hoy cualquier niña de  6 a 15 años puede ser entregada forzosamente en matrimonio, o donde un hombre puede golpear a su esposa o a la esposa de otro con 100 latigazos, por mandato divino. Países donde decir “soy cristiano” puede costarte la vida, y donde el Estado y la religión son uno solo.

Según la Lista Mundial de la Persecución 2025 publicada por la organización Puertas Abiertas, los siguientes países presentan los niveles más altos de persecución hacia los cristianos, incluyendo casos de violencia extrema y asesinatos debido a su fe: Corea del Norte​, Somalia, Yemen Libia, Sudán​, Eritrea​, Nigeria​, Pakistán​, Irán​ y Afganistán. Aún no han incluido a Siria pero sabemos que allí la persecución a cristianos y a otros grupos está siendo feroz.

Concretamente en países como Irán, Arabia Saudita o Yemen, ser homosexual o renunciar al islam puede significar la ejecución pública. No estamos hablando de errores del pasado, sino de prácticas presentes, institucionales y sistemáticas, según los datos y estadísticas públicas que dispongo para sustentar mis afirmaciones.

Y, sin embargo, desde los micrófonos de Occidente, se nos repite que todas las culturas valen lo mismo. Que hay que respetar todas las opiniones y culturas. Que cuestionar estas prácticas es intolerancia y que oponerse a su entrada sin filtro es xenofobia. Que hablar, en resumen, contra la multiculturalidad es odio. Pero nadie está obligando al mundo islámico a aceptar nuestros valores en sus países. Nadie promueve multiculturalismo en Arabia Saudita o en Pakistán. Nadie defiende allí el “derecho a la diferencia”. Solo se le exige a Europa la adaptación forzosa, abrirse, callar, financiar y ceder.

Esta imposición constante debilita la conciencia colectiva, desarma la defensa espiritual de los pueblos, y somete a la sociedad a un relativismo destructor. No se trata de odiar al diferente, de hecho ni yo misma ni nadie de mi entorno ha expresado jamás  odio, se trata sí, de defender con firmeza lo verdadero. Y hay verdades que no pueden negociarse y no todos los valores son iguales. No es lo mismo la compasión que la lapidación. Y para afirmar esto me remito a las palabras de Cristo, "quién esté libre de pecado que tire la primera piedra".

No es lo mismo el respeto a la conciencia que la pena de muerte por apostasía. En concreto, no es lo mismo el mensaje de Jesucristo que el de la Sharía. Y decirlo no es odio: es responsabilidad y sentido de la preservación de nuestra vida y nuestros principios.

Si Europa quiere sobrevivir como civilización viva, tiene que recordar lo que la hizo grande: su raíz cristiana, su ética de la libertad, su compasión estructurada en el bien, su amor por la verdad. No se trata de imponer esa visión a los demás, sino de dejar de pedir perdón por ella. Y de ejercer el derecho de admisión que todo pueblo libre debe tener sobre su cultura, su tierra y sus hijos. No se trata de rechazar al otro. Se trata de preguntarnos por qué solo nosotros debemos ceder. ¿Por qué debemos borrar nuestras cruces, silenciar nuestras campanas, dudar de nuestras raíces para que el otro se sienta cómodo en nuestra casa o en nuestras escuelas? ¿Por qué se exige respeto a culturas que no respetan, acogida a religiones que no acogen en sus lugares de origen, y sumisión a ideologías que no dialogan?


El cristianismo ha sido y, aún es, el alma de Europa. Le dio hospitales, universidades, arte, ciencia, una ética del perdón y de la conciencia. Hoy Europa se arrodilla,  calla y paga. Europa se deshace porque la multiculturalidad que nos han impuesto no es encuentro entre iguales: es una rendición unilateral. No es convivencia: es una lenta amputación de nuestra identidad. Se nos prohíbe incluso pensarlo, discutirlo o escribirlo, y si lo hacemos fácilmente podemos ser injustamente acusados de intolerantes, de racistas o retrógrados.

Y sin embargo, decir la verdad no es odio y por mucho que lo repitan no lo será. Como dice un bello y sabio refrán africano, por mucho que el tronco flote, nunca será cocodrilo. El odio es un sentimiento muy difícil de detectar y de diagnosticar, pero es muy fácil callar la voz de quienes no aplauden las políticas impuestas cuando el que detenta el poder te puede acusar, juzgar y condenar  por "crimen de odio".

Europa no necesita leyes sobre el odio. Necesita memoria. Necesita valor para mirar lo que ha sido y decidir si desea seguir existiendo. Porque si todo se acepta, si todo se iguala, si todo se impone menos lo nuestro, entonces nada queda. Y quien ya no sabe quién es, no puede defender nada, ni siquiera a sus hijos y su legado. Me amparo en el artículo 10 del Convenio Europeo de Derechos Humanos y en el artículo 19 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, según el cual tengo derecho a expresar opiniones críticas, incluso si son polémicas, contrarias al discurso oficial o molestas para otros. Este texto no contiene, ni en su letra ni en su espíritu, ningún tipo de incitación al odio, a la violencia, a la discriminación o al desprecio hacia personas por su religión, raza, nacionalidad u origen cultural. 

Al contrario, las observaciones aquí expuestas constituyen una crítica legítima y necesaria a ciertas políticas públicas, modelos ideológicos y prácticas institucionalizadas que afectan la identidad de las sociedades europeas de raíz cristiana.

Se habla aquí de hechos documentados, de experiencias colectivas y de un llamado urgente a la reflexión cultural profunda. No se ataca a individuos ni se menoscaba la dignidad de ninguna persona. Sin embargo, este texto defiende el derecho de todo pueblo —como lo han hecho históricamente otros— a conservar su identidad, proteger de forma serena sus raíces, y manifestar sus valores sin ser censurado, acusado ni obligado al silencio.


Isabel Salas