lunes, 21 de diciembre de 2020

REALIDAD



La realidad no es siempre bonita.

Demasiadas veces es fea, cruel y dolorosa y a mí me han tocado a veces realidades que no se las deseo a nadie, ni siquiera a la gente más cabrona que ha pasado por mi vida.

A menudo las cosas se complican  como consecuencia de nuestros propios errores, malas decisiones que cuando se desbocan en modo "dominó" nos sepultan bajo una cascada de catástrofes, pero otras veces son las decisiones de otros las que nos joden vivos, padres que traicionan y abandonan a nuestras madres y a nosotros de camino, maridos que vuelven a beber después de haberlo dejado supuestamente para siempre, hermanas prostitutas, sobrinos drogadictos, perros enfermos o madres incapaces que se preocupan más por inflarse las tetas con silicona que con lo que sus hijos necesitan.

Hay tantas maneras de sufrir a diferentes edades por nuestra culpa o por culpa de los demás que la lista es infinita.

No sé como podríamos evitar vivir esas experiencias o si se pueden evitar. Con el tiempo nos hacemos más cautelosos y meditamos más nuestras propias decisiones, pienso que, tal vez, si acumulamos sabiduría junto con los años podremos aprender a no ser nosotros mismos los arquitectos de nuestras desgracias.

Tal vez.

Sin embargo jamás podremos evitar que nuestra mascota enferme o que nuestro padre se vaya de putas y no regrese, especialmente cuando somos niños y ni sabemos que son putas o porqué le gustan más que nuestra madre.

Tampoco podremos evitar jamás que nuestros primos o nuestros amigos tomen decisiones equivocadas o nuestros hijos se metan en callejones oscuros sin salida. Todo eso sin que seamos malos hijos, malos hermanos, pésimos tíos o los peores padres o madres, simplemente no podemos evitar lo que otras personas deciden hacer con sus vidas aunque eso nos provoque sufrimiento y aprender a aceptarlo es muy lento y doloroso.

Ante esa realidad lo que sí cambia es como las personas se enfrentan a las circunstancias.

Veo, por un lado,  gente que se culpa a sí misma de todo,  todo el tiempo y por los siglos de los siglos. Por lo visto han leído en algún libro de auto-ayuda que todo lo que nos pasa es responsabilidad nuestra y se lo han creído. Gran error, muchas cosas no son culpa de nadie, acuérdate de los dinosaurios, les cayó el padre de todos los meteoritos encima, los mató a todos y ellos no creo que hubieran hecho nada para merecer ese destino cruel, la verdad. Esas chorradas de la auto-ayuda son a veces muy dañinas y en vez de ayudarte, terminan jodiéndote más.

Estas personas viven tristes y derrotadas, aplastadas por la culpa y siempre candidatas a las sectas, a las depresiones y a vivir tratando de dar pena

Por otro lado veo gente que intenta sobreponerse a los pesares, cogen los toros por los cuernos, por el rabo o por los huevos dependiendo de por dónde lo pueden agarrar, miran de frente lo que les cae encima y separan muy bien lo que es culpa de ellos o de alguien  y lo que es casualidad. No suelen vivir buscando culpables sino buscando soluciones, son personas con un gran sentido práctico y muchas veces hacen cosas increíblemente heroicas para salir de los agujeros donde ellos mismos se han metido o algún cabrón los ha empujado.

No es que estén siempre felices, pero saben sonreír, a pesar de los pesares, en los momentos en que buenamente se puede.

Y por otro lado hay gente también a la que observo con una mezcla de sorpresa y miedo. Son personas que para gestionar toda la realidad que no les gusta viven inventando realidades paralelas, idealizándolo  todo, sea para el lado bueno o para el malo.

Lo mismo pueden hablar con amorosa devoción del padre irresponsable que los abandonó o adoran a sus hermanos problemáticos, disculpándolos por todo como si en vez de ser canallas desalmados, cometiesen simples travesuras sin importancia, que pueden también demonizar a quien ellos consideran el perfecto buey expiatorio para cargarle todas las culpas del universo y así sentirse ellos libres de responsabilidad. 

Escogen voluntariamente vivir en el mundo de los colores inventados y nadie los baja del burro. He convivido con gente así, tanto con los que no quieren ver problemas en nada, insistiendo que son felices y afortunados "Peterpanes" sonrientes, como con los que ven problemas en todo y culpan a los demás de cada cosa errada que les sucede.

Tanto unos como otros han sido fuente de mucho sufrimiento.
Mucho.

Sigo aquí, pese a todo, y trato de aprender de todo y de todos, intento ver la realidad con los ojos bien abiertos y procuro responsabilizarme sólo de lo que honestamente creo que es culpa de mis decisiones infelices. Como dice el famoso Zombi de Pachuca, mi querido amigo Tonatiuh, qué es la vida sino la oportunidad de equivocarnos. 

Yo he metido la pata  de todas las maneras y algunas veces también, de casualidad, he acertado. Es cierto que pocas, pero sí, algunas cosas han salido bien y siempre he sido la primera sorprendida sin entender muy bien que lotería cósmica me había tocado.

Cuando otros tienen la culpa de las cosas que me hacen sufrir, lo veo claramente aunque no siempre lo disculpe y me cueste trabajo perdonar algunas cosas.

Por último entiendo que ante cosas que son inevitables no vale buscar responsabilidades sino soluciones pues los meteoritos existen y a veces nos caen encima. Es lo más difícil para mí, aceptar eso, me ha costado mucho entenderlo pero ya no tengo dudas, los meteoritos no son espejismos, son pedruscos de diferentes tamaños que caen donde les toca sin premeditación ni fatalismos.

Muchas personas me han preguntado en los últimos meses dónde busco inspiración o si lo que escribo es real y esta ha sido mi manera (rara) de responder: la realidad, tal y como yo la intento ver, es la mayor fuente de inspiración que conozco.

Basta tener el valor de mirarla de frente y saber ser honesto con uno mismo para que no nos falten el valor ni las palabras para hablar de ella, vivir en ella o escribir sobre ella.

No siempre es bonita, muchas veces es fea y debe ser eso lo que nos inspire a tratar de cambiarla. No idealizarla  ni odiarla. Luchar por cambiar nuestra propia realidad y por qué no, cambiar también la del mundo en la medida que podamos dejándolo un poco mejor de lo que lo encontramos. Así de sencillo y de ambicioso.

Así de utópico y así de posible.


Isabel Salas







sábado, 5 de diciembre de 2020

VÍNCULO MATERNO


El ligamen más puro,
el más indestructible
y potente conjuro.

Veraz e incorruptible
poderoso y tenaz
brillo sin claroscuro.

El vínculo materno,
unión imprescindible,
amor inextinguible
impoluto y eterno.

Ver brillar tu mirada
que confía en la mía,
y en perfecta armonía
servirnos de morada
descanso y alegría.

Abrazar tu manita
anidada en la mía
en plena sinfonía 
poderosa y bendita
de alma y biología.

Lazo fiel y amoroso
del nudo maternal
que nace, vive y crece
al amparo glorioso
del nexo umbilical.

Isabel Salas

martes, 1 de diciembre de 2020

MADRUGADA


Madrugada.

Nunca he sabido si a esas horas la calle está medio llena o medio vacía, casi dormida o casi despierta... si la bandera de la ciudad se está izando o si por fin, agotada, baja lenta y pringosa, buscando una cajita de madera que huela a cama limpia.

Metida en esos zapatos que se empeñan en hacer más jaleo que de costumbre, voy constatando, una vez más, como a esa hora los charcos brillan más que nunca y el gris es mucho más gris. Me acompañan a ratos algunos perros callejeros aburridos y curiosos, y me agrada esa compañía espontánea y desinteresada aunque no me siento capaz de demostrarlo para no crearles falsas expectativas a los perros sin casa.

Se mezclan varias cosas en mi mente y en mis oídos, el miedo de volver a casa sola, el disgusto  y la pena de encontrar personas durmiendo en la calle con el rostro escondido bajo cubiertas improvisadas, el eco de la charla recién compartida con conocidos, el ruido de hielo en los vasos, el portazo de miles de  casas donde nunca entraré y esa canción que no sale de mi cabeza por mucho que quiera concentrarme en lo que me rodea.

Definitivamente, las madrugadas no se hicieron para caminar sola y el paso se acelera deseoso por llegar a casa.

La luz se transforma al doblar una esquina y deja de ser cenicienta para mostrar unos tonos anaranjados que huelen a sol. Enseguida, los charcos bajan el volumen y la canción en la cabeza deja de brillar tan fuerte.

Un bulto en la acera se gira. 

Al moverse, la manta descubre unos ojos de hielo que me miran por un instante y enseguida vuelven a cerrarse con un portazo. Por un segundo creo escuchar la canción que baila en la mente de ese hombre que ya ha izado todas sus banderas y miro la botella que yace a su lado.

Completamente vacía.

Indiscutiblemente vacía.

Tan vacía como una calle de madrugada y tan llena de canciones y risas con amigos como cualquier fiesta medio llena o casi vacía.

Mi puerta se acerca. 

Tras alcanzarla y trasponerla, el portazo es inevitable pero inaudible para los charcos. Han dejado de brillar y ya no pueden escuchar puertas, taconazos ni corazones desbocados corriendo a casa asustados por la soledad de las madrugadas.

Mi cama me abraza y cierro mis ojos tratando de imaginar como se llama el hombre que me miró un segundo desde la acera. Me hubiera gustado decirle buenas noches o buenos días, pero fui cobarde.

Mi perra viene a decirme hola.

Por fin puedo acariciar algo en esta madrugada y me duermo con la mano apoyada en su cabecita negra.

En sus ojos suena mi canción.

Isabel Salas

martes, 17 de noviembre de 2020

AMORES A MEDIAS



Que pena dan las banderas a media asta y los amores a medias. Amores asustados que saben que el otro no está preparado para amar y ser amado con todas las canicas y todos los demonios.

Los demonios escondidos en el bolsillo de atrás se hacen los muertos un rato, un día, un mes o un año, y después salen uno a uno a saludar. Antes o después salen a asustar princesitas y príncipes azules y no son peligrosos, en realidad son sólo demonios y se puede razonar con ellos.
Pero las putas canicas son letales.
Resbalan.

Es lo que tiene esconder las canicas... que terminas olvidando donde las pusiste, cuantas tienes o lo mucho que resbalan. Crees que son como los demonios.

Y no.
Son canicas.
Y son mortales.


Isabel Salas

domingo, 15 de noviembre de 2020

LONDRES


 

Todo lo malo pasa y llega lo bueno. Son ciclos que se cierran y etapas que se terminan, sean dulces o amargas. Tanto unas cuánto otras nos parecen a veces interminables, pero siempre se acaban y eso es la vida en definitiva, una sucesión de acontecimientos, enseñanzas, sabores y sinsabores.



martes, 10 de noviembre de 2020

MERCEDES



Mercedes tenía todo lo que él siempre había buscado en su mujer ideal. Sus modales, su inteligencia, su sentido del humor, su sonrisa y todas sus demás cualidades dejaban a Diego encantado y a cada instante, más sorprendido.

Conforme los días pasaban, él admiraba la manera perfecta como ella encajaba en su vida, en sus amigos y en sus horas. Disfrutaban conversando, paseando, discutiendo sobre asuntos de actualidad o cocinando juntos. Por tanto, decidió alejarse de ella sin dudarlo y con una gran dosis de urgencia, pues su único defecto la hacía insoportable: ella era demasiado real. Él no estaba dispuesto a abandonar la fantasía inalcanzable de su amor imposible para sumergirse en las aguas inciertas de la realidad.

Ella lo comprendió.

Lamentó por unos días la cobardía de Diego y después de llorar hasta cansarse se compró un nuevo y precioso color de pelo. La cajita venía llena de explicaciones e instrucciones sobre su uso. Ella las ignoró como había hecho desde el día que compró su primer tinte o abrió su boca para su primer beso

Siempre había renunciado a hacer el test en una zona de la piel antes de embadurnarse el cabello con el nuevo tono, como recomiendan los fabricantes, o de lanzarse de alma abierta a los brazos de un nuevo amor, como recomiendan los resentidos.

Mercedes se deleitaba en la espera de media hora, que sabía imprescindible para un buen resultado, mientras el producto misterioso hacía efecto en sus madejas. El perfume del cosmético dejaba su rastro tras ella mientras preparaba un café y se cortaba las uñas. Disfrutaba de esa atmósfera coqueta de los olores de salón de belleza y futuro que la dejaban siempre feliz. 

Adoraba la ducha posterior cuando los restos de tinte corrían piel abajo convirtiendo el agua sobre su cuerpo blanco en una mezcla preciosa de espuma y suaves colores inesperados que la acariciaban y le hacían cosquillas.

Cuando el pelo se secaba se miraba al espejo fijamente durante algunos minutos, tratando de reconocerse en su nuevo visual y después sí tomaba el envase con mucha atención. Miraba detenidamente a la mujer de la cajita, la modelo preciosa que lucía un color parecido al suyo en la melena.

Dedicaba unos momentos a pensar si ella también se habría enamorado de alguien como Diego o como Juan el primo de Laura, que freía las patatas sin pelarlas, o como Carlos, el que ordenaba los calcetines por colores.  Elucubraba, si al igual que ella, había sido rechazada por hombres que no tenían espacio en su corazón para ella.

Se preguntaba si aquella linda mujer también tendría hijos, si ella también hacía palomitas para ver una serie en internet, o si soñaba con unas vacaciones en Santorino, subiendo aquellas empinadas cuestas con su amor de la mano y unas sandalias de turista calzadas en pies de uñas  perfectas.

Seguro que sí. Cuando soltaba la cajita y se pintaba los labios, para salir a la calle, se sentía de vuelta a la realidad, recuperada, sanada y sonriente.

La sonrisa de pelo nuevo se parece mucho a la que sonríen los soñadores que escogen vivir en vez de soñar, y para Mercedes, no había casi nada tan verdadero y tangible como un precioso color de pelo recién estrenado para endulzar la espera de los besos nuevos que habrían de llegar.

Los besos, como los colores, existen.
... y están ahí para los valientes

Isabel Salas

domingo, 8 de noviembre de 2020

CHALOTA

No siempre, 
cuando escribo,
quiero escribir poemas
membretados de amor.

Simplemente, sucede.

El amor brota
en las palabras con que describo
la amargura infinita,
del licor,
que destila la herida 
de mi alma rota.

Vives en cada gota
de sangre y de sudor.

Eres la eterna mota
que le clavó a mis ojos
el jugo de chalota
de tu amor impostor.

Y debe ser por eso,
por tanto dolor preso,
que a veces, 
cuando escribo
y mi alma se alborota, 
 se desata el estribo
de mi amor inconfeso
y se impregna mi verso
de llanto zurcidor.

Isabel Salas

sábado, 31 de octubre de 2020

CARDIOCONTRATO

Yo no firmé ningún contrato,

francés, social,

español ni global.


No prometí jamás

obedecer cualquier mandato

papal, imperativo ni legal.


Nunca acepté, sumisa,

que ninguna justicia decidiera 

estimulada por falaz premisa

o disfrazada de letal niñera 

quién velará el descanso de mi hija.

 

Aclaremos, 

de forma bien concisa,

que desde el mismo instante en que naciera,

es carne de mi carne 

y pez de mi pecera.


No hay nadie autorizado  a decidir

en este mundo cruel, por ella ni por mí

cómo, cuándo, por qué

dónde, cuánto o con quién, 

ha de vivir, puede dormir

qué canciones cantar,

que libros estudiar

qué series ver

ni cuál idioma deberá elegir

para hablar con su gata

cantar, enamorar,

hacer listas de compras 

o soñar,


El único contrato que entendemos

es el amor que ambas nos tenemos,

y la jurisdicción  que respetamos

se ciñe a la cardíaca región

que palpita al unísono en las dos.


Músculo hueco de vital función

al que todos llamamos corazón.


Isabel Salas