Isabel Salas
Comparo mi vida con el tiempo que le lleva a una estrella hacer cualquier cosa y me doy cuenta de lo rápida que está pasando. Como soy efímera. Soy más fugaz que cualquier estrella y eso me hace sonreír. No soy un polvo cualquiera, soy polvo de estrellas fugaces.
jueves, 10 de septiembre de 2015
EMPEZAR A SENTIR
Isabel Salas
miércoles, 9 de septiembre de 2015
FEDERICO PERIS ALARCÓN
Se llevan a los hijos, a las hijas, a las nueras, a los yernos. Hasta los nietos se llevan dentro de las barrigas. Algunas veces no tienen ni la decencia de devolver los niños a sus familias después de nacidos. Matan a las madres recién paridas y se quedan con los bebés.
Así.
Como el que se queda con un gatito que se encuentra en la calle y se lo lleva para que jueguen sus niños sin pensar en el desespero de la gata cuando vuelva y no vea su cría. Se reparten a los niños como quien reparte caramelos.
Se necesita ser hijo de puta
No creo que baste ser mala persona, hay que tener un grado más de perversidad que por suerte escasea en las personas comunes. Este tipo de gente tan perra no prolifera fuera de su hábitat. Les pasa como al virus de ébola o del sida. Necesitan condiciones especificas de temperatura , humedad, corrupción y presión para vivir y jodernos y cuando éstas se dan, te llenas de manchas de sida y tus defensas se van al carajo o te sale la sangre por los ojos y por otros agujeros hasta que te mueres en un charco rojo...o te matan en una cárcel política para quedarse con tu hijo.
Depende del virus que te toque.
A mi familia le tocó el de llevarse a tu hijo y no devolverlo más.
Hace muchos años, en 1936, un muchacho llamado Federico, hermano mayor de mi abuela Mari Tere que entonces era una chica de veinte años recién cumplidos, salió de casa para participar de una manifestación en Madrid.
Hace muchos años, en 1936, un muchacho llamado Federico, hermano mayor de mi abuela Mari Tere que entonces era una chica de veinte años recién cumplidos, salió de casa para participar de una manifestación en Madrid.
Faltaban pocos días para empezar la guerra civil en España y nunca más volvió. No sé contra qué protestaba, ni sé quien lo mató, cuantas horas tardaron o si fue muerte rápida o lenta después de horas de tortura, para que confesase alguna cosa.
No sé ni siquiera para quién fue su último pensamiento, si es que tuvo tiempo de pensar, nada.
Sé, sin embargo, que mi bisabuela Anita pasó años esperándolo, sé que cuando yo tenía doce años , una tarde pasé corriendo por su lado y me paré en seco al verla llorar. Ella dejaba correr de vez en cuando unas lágrimas mansitas como hacen los viejos , pero verla llorar así desesperada con chorros de mocos y lágrimas eso era algo que yo nunca había visto y me asusté.
Pensé que tal vez se hubiera pillado un dedo con algo, incluso el abanico podía herirla porque tenía el pellejito tan fino que sólo agarrarla fuerte para ayudarla a incorporarse le podía dejar una mancha en la piel.
Me acerqué a ver que le pasaba, y le quité con cuidado el pañuelo de las manos para limpiarle yo las lágrimas sin saber muy bien como abordar el asunto del motivo del llanto. Ella estaba senil y había días que creía que mi abuela era su abuela o que yo era una aprendiz de costurera del taller donde ella cosió de joven. Días en que se enfadaba con el acento andaluz de sus genes trasplantados desde Madrid a Málaga y se pasaba el rato exigiendo que pronunciásemos las eses como los madrileños y otros en que cantaba la Zarzamora con cara de pilluela sin saber en que planeta estaba.
Pero ese día, cruelmente, el Dios de la senilidad le dio total lucidez. Sabía quien era, que edad tenía, quién era yo, nuestro parentesco y en que año estábamos.
Ella lloraba desesperada por su hijo desaparecido.
Cuarenta y tres años después de haberlo visto por ultima vez, aún lloraba sin consuelo preguntando entre mocos qué le habrían podido hacer, dónde estaba o quién lo mató, y yo, que no tenía respuesta a ninguna de aquellas preguntas, tal vez por ser tan joven, por no saber como consolarla o por contagio me puse a llorar con ella.
Por Federico.
Aquel pariente lejano al que aprendí a querer, atravesando el tiempo y el espacio, gracias a los llantos de su madre y al que siempre recuerdo cuando veo a otras mujeres llorando por sus hijos desaparecidos. Es su nombre el que digo bajito cuando veo labios rezando en vigilias por la paz o clamando justicia.
Lo digo en nombre de su madre, de la mía, de mi abuela, en el mío propio propio y en el de mis hijas, que un día tendrán hijos. Lo digo conjurando el peligro para que otro día, cuando el virus ataque, sepa que en mi familia ya pagamos la deuda con las infecciones que juegan al conejo de mago con los hijos de la gente y se los llevan.
... y a los yernos, a las nueras, hasta los nietos se llevan dentro de las barrigas.
Se necesita ser hijo de puta.
Isabel Salas
No sé ni siquiera para quién fue su último pensamiento, si es que tuvo tiempo de pensar, nada.
Sé, sin embargo, que mi bisabuela Anita pasó años esperándolo, sé que cuando yo tenía doce años , una tarde pasé corriendo por su lado y me paré en seco al verla llorar. Ella dejaba correr de vez en cuando unas lágrimas mansitas como hacen los viejos , pero verla llorar así desesperada con chorros de mocos y lágrimas eso era algo que yo nunca había visto y me asusté.
Pensé que tal vez se hubiera pillado un dedo con algo, incluso el abanico podía herirla porque tenía el pellejito tan fino que sólo agarrarla fuerte para ayudarla a incorporarse le podía dejar una mancha en la piel.
Me acerqué a ver que le pasaba, y le quité con cuidado el pañuelo de las manos para limpiarle yo las lágrimas sin saber muy bien como abordar el asunto del motivo del llanto. Ella estaba senil y había días que creía que mi abuela era su abuela o que yo era una aprendiz de costurera del taller donde ella cosió de joven. Días en que se enfadaba con el acento andaluz de sus genes trasplantados desde Madrid a Málaga y se pasaba el rato exigiendo que pronunciásemos las eses como los madrileños y otros en que cantaba la Zarzamora con cara de pilluela sin saber en que planeta estaba.
Pero ese día, cruelmente, el Dios de la senilidad le dio total lucidez. Sabía quien era, que edad tenía, quién era yo, nuestro parentesco y en que año estábamos.
Ella lloraba desesperada por su hijo desaparecido.
Cuarenta y tres años después de haberlo visto por ultima vez, aún lloraba sin consuelo preguntando entre mocos qué le habrían podido hacer, dónde estaba o quién lo mató, y yo, que no tenía respuesta a ninguna de aquellas preguntas, tal vez por ser tan joven, por no saber como consolarla o por contagio me puse a llorar con ella.
Por Federico.
Aquel pariente lejano al que aprendí a querer, atravesando el tiempo y el espacio, gracias a los llantos de su madre y al que siempre recuerdo cuando veo a otras mujeres llorando por sus hijos desaparecidos. Es su nombre el que digo bajito cuando veo labios rezando en vigilias por la paz o clamando justicia.
Lo digo en nombre de su madre, de la mía, de mi abuela, en el mío propio propio y en el de mis hijas, que un día tendrán hijos. Lo digo conjurando el peligro para que otro día, cuando el virus ataque, sepa que en mi familia ya pagamos la deuda con las infecciones que juegan al conejo de mago con los hijos de la gente y se los llevan.
... y a los yernos, a las nueras, hasta los nietos se llevan dentro de las barrigas.
Se necesita ser hijo de puta.
Isabel Salas
viernes, 4 de septiembre de 2015
EL NIÑO SIRIO
El niño sirio,
sin querer,
siendo tan chiquito,
ha entrado en la historia
por la puerta cruel del dolor
maldito.
Ha entrado flotando,
muriendo y llorando,
sin que tú,
ni nada ni nadie
oyese su grito.
Su foto recorre las redes,
las televisiones
y los corazones.
Sin rostro y sin sonrisa,
despacito,
mecido por olas de agua
sin prisa,
sin vela de deseo,
desde su foto viral
muestra el lado feo,
del crimen sin castigo
al mundo inmoral.
En nombre de tu madre,
muerta contigo,
yo te pido perdón
y te bendigo.
Isabel Salas
martes, 1 de septiembre de 2015
lunes, 31 de agosto de 2015
RESEÑA DE LECTORA (COLOMBIA)
Bibiana
MI OPINIÓN PERSONAL ACERCA DEL LIBRO EL CANARIO Y LA MAQUINA DE COSER.
He tenido el privilegio de leer El canario y la máquina de coser de Isabel Salas y ademas conocer un poquito de ella; es de un delicado lirismo de lo real, pura esencia de la verdad, directa y llena de su personalidad; sus versos de hechos reales de su experiencias amorosas y de la vida cotidiana, leves como plumas y directos al corazón penetrándonos dulce y lentamente en su lectura. Desde el primer momento me llamó mucho la atención este libro, tiene un denodado afán de perfección, el resultado: Una brevedad que resume y define la belleza y la verdad.
Con esa magia estremecida y atrapante que tienen de sus letras y con la claridad que soporta el lenguaje cuando escribe, los dejara hipnotizados y cantando con los canarios. Es un libro cortito, divertido e ingenioso, perfecto para cuando estás saturada de lecturas pesadas y densas.
Es una bella oportunidad de ayudar y compartir hermosas historias con parientes y amigos. Enhorabuena por este hermoso primer libro.
COMO ADQUIRIR EL LIBRO
domingo, 30 de agosto de 2015
TIRO CERTERO
Con mi pistola
le saqué una amapola
a tu corazón.
Del tiro moriste,
porque mereciste,
maldito cabrón.
Isabel Salas
Isabel Salas
viernes, 21 de agosto de 2015
AGRADECIDO
FOTO: Juliako Bernal www.juliako.es
"Necesito un hombre en mi vida para poder tocarle los huevos a alguien que me lo agradezca"
Isabel Salas
"Necesito un hombre en mi vida para poder tocarle los huevos a alguien que me lo agradezca"
Isabel Salas
viernes, 14 de agosto de 2015
MUJER AZUL
Azul, verde y negro.
Una bandera.
Azul,
negro y verde.
Una mujer.
Negro, azul y verde.
Una mirada.
Negro,
verde y azul.
Una mirada de mujer.
Verde,
negro y azul.
Una mujer negra mirando.
Verde,
azul y negro.
Una mirada de bandera.
África verde y alegre,
valiente mirada negra
preciosa mujer
azul.
Isabel Salas
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