lunes, 11 de septiembre de 2017

SILVIO RODRIGUEZ


Sus canciones, en mi corazón, suelen ser un barredor de tristezas, como dice él en Rabo de nube, me recuerdan que a pesar de lo que pesan "los  pesares", no me aplastaron, que no me muevo en el lado oscuro de la fuerza y que aún puedo emocionarme con la poesía como cuando tenía nueve años y trataba de entender que era eso de "caminante no hay camino se hace camino al andar", que me sonaba a un tipo de enigma secreto que sólo los mayores podían entender, sin comprender que yo estaba dando los primeros pasos en mi senda y que mis pasos la forjarían como dibujaron la de Machado y otros caminantes.

He ido viviendo mi vida con la compañía de diferentes poetas y diferentes voces y desde luego la de Silvio Rodriguez es una de las más importantes. Me voy haciendo vieja y me gusta sentarme a veces a escuchar un disco suyo como quien se sienta a tomarse un café con un amigo, sin más, emocionándome siempre con esa promesa de amar "aunque tenga final", que es la manera más perfecta de amar que he encontrado hasta ahora.

Lo de cada palabra desatando un vendaval es lo que he intentado aprender de él y usar ese saber en mis poemas, imaginando al releerlos después de darlos por terminados, si consigo desatar alguna cosa en quien me lee, aunque sea una modesta brisa que selle pactos entre la luz y las sombras, porque eso sí, ya aprendí que luz solo hay una, sombras, millones.

He envidiado algunas de sus metáforas con esa envidia total y absoluta que nace de la admiración completa y más de una vez he cantado sus canciones sólo para sentirme diez años más joven o tal vez diez años más feliz, quién sabe.

Silvio Rodriguez me ha acompañado en mis horas de carretera metido en un pen drive y me ha ayudado a llorar cuando las lágrimas eran tantas que no conseguían organizarse para salir a chorros, tal y como las circunstancias merecían.

No sé muy bien si escribo esto como una especie de obligación moral cósmica de que se sepan ciertas cosas en medio de este desbarajuste que a veces me hace perder la perspectiva, o para que sepáis que muchas veces he imaginado como él dice, que soy su dama, que él era el niño de mi clase que me llevaba los libros y confesar que deseo que cuando él haga su testamento y cierre puertas soñadas me dedique esa canción con sabor a sonrisa de manantial como si me conociera.

Yo también le debo canciones y poemas a algunos pecados, pero me he propuesto no morirme sin dedicarle unas palabras a las personas que sin conocerme me han abrazado más veces que los que me rodeaban. Entre ellos, los abrazos de Silvio Rodriguez me suenan a hojas convertidas en cristal, pisadas por el unicornio azul más buscado de la historia y a sonrisa, a suavidad y ganas de decir gracias por todo, preciosa voz.

Isabel Salas




CONMIGO



Y yo, 
que nunca quise ir a la guerra, 
tuve que organizar una 
para no morir. 

Tuve que hacerme
guerrillera en la sierra,
aprender a luchar
a la luz de la luna
y entender que es la muerte
quien te enseña a vivir.

Yo, que mecí tu cuna
y te llevaba al parque,
tuve que hacerme fuerte,
y entender que cuidar,
también es combatir. 


La lista del mercado
se llenó de palabras
de lucha y de disputa,
y por eso hay quién diga
que más que una mamá,
enloquecí,´
perdí el control
y soy sólo una puta. 

Cambié las nanas
por canciones marciales
letras de amor
por músicas paganas,
y regresé a la escuela,
para cursar nuevas asignaturas,
que me permitan,
defender tu tutela.

Y allí,
entre oficinas y jefaturas,
aprendí muchas cosas.

Que no estoy sola, 
que somos miles,
que las espinas 
preceden a las rosas.

Y mientras digas,
"mamá, 
yo quiero estar contigo"
lucharé con quién sea
para que estés conmigo.


Isabel Salas

martes, 15 de agosto de 2017

SCHOPENHAUER EL CACHONDO

 

 «Las mujeres son la astucia de la especie para que el ser humano real, que es el hombre, se reproduzca, cosa que por su inteligencia no haría». 

Schopenhauer 


Que pena ser tan bruto para algunas cosas y tan supuestamente inteligente para otras. Muy amante de los animales pero misógino al extremo. Así es la vida.

¿Que le pasaría a este pobre diablo para pensar así de las mujeres? ¿No tenía atractivo sexual? ¿Era impotente? ¿Eyaculador precoz? Parece creer que el Hombre (el ser humano real) sólo cuando está enloquecido cae en las astutas redes seductoras de la Mujer, ya que si no fuera así ni se arrimaría a ninguna. Poco parece haberse divertido este sujeto entre cuatro paredes, y eso es digno de pena, tanto para los hombres como para las mujeres. Vivir sin conocer los placees del sexo te deja cojo de mucha maneras, es como vivir sin haber escuchado música o sin haber podido ver el mar. Experiências sin las cuales se puede vivir, por supuesto, pero dejan tu vida más gris. Poder nadar en el mar, apreciar la música, viajar, bailar o tener sexo de calidad con alguien que te gusta, son momentos que hacen tu vida más plena y feliz. 

Lo siento Shopenhauer, si hay reencarnación espero que en la próxima nazcas con un buen clitóris y un espíritu juguetón que te reconcilie con la sexualidad y sobre todo con la reproducción, pues reproducirse no es de tontos, nada más lejos.

Ser un buen padre o una buena madre es lo más importante y trascendental que cualquiera de nosotros puede hacer en su vida. Nos ubica historicamente y nos llena de amor, el que damos y el que recibimos.

Amor es un tesoro en cualquiera de sus formas y obviamente a ti te faltó.


Isabel Salas


miércoles, 2 de agosto de 2017

EL PORTAZO
































Sonó como un tiro con eco para los vecinos, pero para ella fue el cohete de fiesta que celebraba su libertad. Él se había ido por fin. 
Aleluya.

Isabel Salas










miércoles, 26 de julio de 2017

PENSAEMAS


Me sigue gustando la palabra "pensaema" tanto como el día que la usé en mi primer libro para tratar de ponerle un nombre a mi trabajo y evitar debates. Mi intención siempre fue prevenir las discusiones (adivinadas interminables) que podrían surgir sobre si lo que yo hago es poesía o no, literatura o no, arte o no, bueno o no.

No es que no me guste discutir sobre determinados asuntos (que me gusta), es que no le veo interés a este tema en particular. Como lectora, he tenido y tengo mis preferencias y no las discuto. Cuando decido pasar unas horas leyendo escojo lo que me apetece leer en ese momento, sea poesía o prosa, sea con ganas de estudiar y aprender o simplemente por relajarme un rato y disfrutar. Lo mismo abro mi carpeta de pdf´s pirateados, para leer algo de ken Follet que tomo un libro de papel entre mis manos (sin ninguna parafernalia litúrgica  ni integrista), y leo lo que tengo a mano porque algunos días me da lo mismo leer en portugués que en español y otros no.

Leo  igual que respiro y tengo mis preferencias personales que con los años han ido cambiando para peor o para mejor según los momentos, mis circunstancias personales, mi ubicación geográfica, la edad de mis hijas, el tiempo disponible, las lecturas que me recomienda el hombre amado y otros muchos factores tan importantes o tan chorrada campestre como los enumerados.

Es inevitable que lo que escribo, a algunas personas les guste mucho y a otras nada, que algunos lloren y se emocionen con mis escritos y otros piensen honestamente que son feos, facilones, llenos de palabras comunes o tengan de literario lo que una gasolinera tiene de templo de la sabiduría, y eso me parece genial. De la misma manera que yo escojo leer determinado autor o determinado libro, quiero que otras personas decidan leerme a mí o descartar mis libros como basura cósmica y eso no me causa ningún problema. 

Admiro la capacidad de los animales de hacer lo que deben hacer en el momento justo sin importarles demasiado qué pasa a su alrededor. He aprendido mucho con mis gatos, duermen cuando les entra sueño sin preocuparse ni por el pasado ni por el futuro y menos aún de si están llenando de pelos mi chaqueta negra. Así soy yo cuando escojo pasar una tarde leyendo en el blog de Francisco Alvarez Hidalgo o en las páginas de Pedro César A. Verde, o de Batania (neorrabioso) por nombrar algunos de los lugares donde suelo perderme, y así, como gatos felices, quiero que se sientan las personas que escogen leerme, sea comprando mis libros o en el blog: como un gato satisfecho durmiendo tranquilo donde le sale de los cojones, porque está en su casa y se siente a salvo. Si lo que hago se llama poesía, mayonesa o pensaema, es  tan importante como estar dormido encima de la colcha cara o de la camiseta del cole. 

Hace unos días me echaron de un grupo supuestamente literario porque defiendo que puedo hablar de cualquier asunto usando palabras sencillas y allí creen que eso me convierte en una especie de criminal poética que no quiere crecer ni se preocupa con unos determinados parámetros (considerados sagrados por su líder) que deben tener los textos para ser catalogados como poseedores de cierta categoría. La verdad es que no me interesa. 

Tengo cincuenta años, casi los mismo como lectora, y mis propias opiniones sobre lo que es basura o no. De la misma manera que a mí me dan vergüenza ajena algunas cosas que veo publicadas por ahí, entiendo  que a otros les pase lo mismo con lo que publico yo y a todos los que me leen con gusto o con disgusto les digo lo mismo, será poesía o no, literario o no, pero es lo que hago, lo firmo, pongo mi nombre, mi cara y no me escondo detrás de mascaritas ridículas, caretas de comic, ni nombres fantasiosos como hacen otros para publicar textos serios, románticos, de terror o eróticos con miedo que los lea su abuela y les regañe o qué sé yo.

No tengo vergüenza de mis pensaemas, ni de mis cuentos, ni de mis canciones. Algunos al releerlos después de algunos años me provocan la misma sensación que las fotos de cuando tenía  quince años, risa, sorpresa y hasta ternura o espanto, porque las modas cambian, los peinados cambian, la forma de leer o de escribir también y así es la vida. No quemo mis fotos de adolescente ni borro mis escritos de esa época, si me entran ganas de publicarlos lo hago y ya está, si gustan más o menos, está genial. La palabra pensaema, por la que me preguntaron varias veces en las últimas semanas, me sigue pareciendo tan válida como el primer día y no es una manera de esconderme, avergonzada de que mi trabajo pudiera nunca ser considerado poesía seria o de calidad. También sigue siendo válido mi deseo de evitar discusiones.

Muchas gracias a los que apoyan lo que hago, les gusta, lo comparten y me cuentan que les hizo sentir como gatitos dormidos en una tarde de paz doméstica.

Isabel Salas

domingo, 23 de julio de 2017

TAL VEZ SEA AMOR


El ascensor que sube desde mi vagina hasta el corazón, viene a veces tan lleno de ti, que no puedo distinguir bien si sólo te amo o te amo sin compromiso, sin medida, sin compasión o sin retorno ni salida.

Algunos hablan sobre lo difícil que es medir lo inmensurable o contar los granitos de arena de la playa y las estrellas para escribir poemas sobre el amor que sienten, y lamento decirte que no sé hacerlo, amor. Me importa poco cuantas estrellas hay y la arena del mar nunca me quitó el sueño.

A mí, lo que me sirve para saber cuánto te quiero, es apreciar ese perfume que se produce con el olor mezclado de los sudores nuestros, tu semen, nuestras babas, los chorritos de agua que haces brotar de mí y esos litros de lágrimas y risas que lloramos exhaustos al devorarnos vivos.

Esa mezcla explosiva de sensaciones, sentimientos, ganas de golpear, de reventar, de nadar en tus venas y ser parte de ti es lo que yo diría que vale por toneladas de estrellas mal contadas o miles de millones de arenitas computadas.

Nunca fui buena con los números, las matemáticas dejaron de ser terreno amigo cuando se volvieron raíces cúbicas, derivadas o limites tendiendo a infinito en base diez,  y contar cosas nunca me ha parecido divertido. No cuento besos, orgasmos, ni caricias, pero sí reconozco que algunas veces cuento, ansiosamente, los días o las horas que faltan para empezar de nuevo a perderme en tus brazos, cerrar los ojos y adivinar donde tu mano se posará en la próxima caricia.

No soy muy romántica, ni muy científica, eso es verdad, pero adivino bien.

Isabel Salas

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