jueves, 6 de diciembre de 2018

INMORTAL



Me contaron lo oscura
que era la noche oscura
y como el alma 
después de muerta,
resucita más pura.

Y me contaron
como el corazón llora
cuando el amor se va,
estirando la noche
y espantando la aurora.

Me contaron mentiras,
me cantaron canciones,
a veces las dos cosas,
y me engañaron
con falsas emociones.

Pero nadie me dijo,
que intentar olvidarte
cuando llegó el final
era un intento necio
de posponer mi muerte
con poesía letal.

En cada verso
tú te fortalecías
 y mientras yo moría,
para desgracia mía,
te hacías inmortal.

Isabel Salas




martes, 4 de diciembre de 2018

PUERTA MEDIO LLENA



Tal vez fui yo, que con la emoción del momento, no conseguí comprender lo que me decía aquel hombre, ni descifrar con qué intención me besó contra su puerta justo cuando me iba.

O tal vez fue la vida, que se divierte algunas veces, distorsionando los mensajes, y yo, no entendí bien lo me explicaba mientras metía su mano dentro de mis pantalones. O pueden ser las nubes, esponjosas y blancas, que sin premeditarlo, hicieron sombra sobre mis ojos y no dejaron brillar el amor, impidiendo que él viera en ellos cuanto lo amaba yo.

O la luna que no estaba lo bastante llena, ni tan vacía como las botellas que él y yo nos acabábamos de beber. O fue todo eso junto y muchas más cosas que tampoco entendí y al final, la verdad, es que simplemente, hay puertas que son callejones sin salida donde me comen a besos a pesar de no amarme ni un poquito.

A pesar de eso, fue doloroso aceptar que su corazón no nació para quererme y aún así, quiso besarme. Más duro fue saborear esos besos indescifrables y asimilar que, a la mañana siguiente, se habían convertido en portazos destemplados, como adioses a empujones, o a patadas.


Aquel hombre nunca más quiso mirarme a los ojos, y a pesar de que a su puerta aún le cabían muchos besos, me la cerró para siempre y todavía no sé por qué lo hizo ni a qué saben sus besos cuando no bebe antes de repartirlos.

Isabel Salas



domingo, 18 de noviembre de 2018

400.000 VISITAS


Estoy muy contenta de que el Blog haya alcanzado ese número de visitas, emocionada y agradecida.
Un beso a todos de todo corazón 💜

viernes, 9 de noviembre de 2018

PRIMAVERO INCLUSIVE


La primavera y el primavero han llegado, llegada, llegade.

Hoy tempranito, tempranita, tempranite, miré por mi ventana, ventano, ventane y allí estaban todas las pétalas, pétalos y pételes, de todos los colores y coloras diciendome holo y hole.

Me puse muy contente, contenta. Ni un nubo en la ciela, la vienta tan suava, llena de aromos de floras y floros recién nacides. El luz y la luza recordaban esas cuadras de Soroyo, con les niñes en el playo, mojadites por los olos, sus pielas brillantas y eses sonrises de capullas, capullos y capulles tan jóvenos.

Siempre me gustó, gustá, gusté esta estaciona repleta de trinas de pájaras, ese asomar asomor de las pielas y pielos que vuelven tras la invierna a disfrutor del sol.

El sangro y la sangra alterades, los bocos queriendo besas, las manas y los manos buscando carna bajo las ropes y ese urgencio por amor, amar y amer, reír, rear y juntar las labias con los labios dentro de esas caricies que nos dejan tan felizas y felizos.

Isabel Salas



viernes, 2 de noviembre de 2018

NIÑAS MALAS


Las princesas y las niñas buenas a veces tienen hadas madrinas.

Mujeres que aparecen a la hora cierta con su varita llena de magia y que transforman calabazas en carrozas para ir al baile a perder zapatos o que nos convierten la nariz en metro para medir mentiras.Tienen un sentido del humor muy raro esas hadas, muy tradicional, casi integrista... y casi siempre tratan de que el cuento termine con el conocido final feliz que transforma los sueños en realidad.

Las niñas malas no.

Las niñas malas nos vestimos de novia virgen cada día para amar sin miedo. Jugamos a las bodas cada día en cuerpos diferentes, y nuestros abrazos nupciales duran lo que duran las pasiones efímeras. Para que las pesadillas no se transformen en realidad, huimos con los dos zapatos antes de clarear el día en nuestra araña mágica, acompañamos al novio hasta su casa galantemente y después, sin llorar demasiado abrimos los ojos a la realidad.

Lo bueno de esto, es que las narices sirven para moquear y las mentiras se quedan en los otros cuentos.

Isabel Salas

sábado, 20 de octubre de 2018

GOLONDRINAS Y MALETAS



En las maletas viajeras quedan siempre unos huecos, sabiamente previstos por la persona que se va,  que son ideales para guardar un joyerito dentro de un calcetín (por si se abre), unas gafas de reserva o ese regalo de última hora, entregado por alguien que fue incapaz de entregarse, o de darte otras cosas, mientras hubo tiempo y, que generalmente, abrimos meses después cuando los besos que no se dieron, dejan de gritar en el alma.

Pero además, hay espacios estratégicos, casi mágicos, donde metemos otros objetos inservibles que por alguna razón adquirieron un significado místico. Siempre decidimos llevarlos cuando la maleta está cerrada y siempre nos obligamos a abrirla a tientas, con cuidado extremo, para no deshacer el equipaje, buscando dónde acomodarlos entre camisetas y ropa de lana.

Puede ser algo tan inesperado como ese bote de colonia casi terminado que relacionamos con el lugar que estamos dejando. De pronto nos asalta el temor de que no lo volveremos a poder comprar y se nos hace insoportable la idea de no poder salir de nuevo a la calle usando ese aroma. Puede ser un folleto de cualquier cosa, alguna propaganda de farmacia o de un curso de alemán.

Pero el caso es, que entre todas esas cosas, las que planeábamos llevarnos y las que guardamos en el impulso del último segundo, se cuelan otras intangibles e invisibles  con las que no contábamos y que sólo descubrimos con el tiempo. Entran solas en las maletas, y allí se instalan, se vienen con nosotros sin pedir permiso ni perdón, y son, a fin de cuentas, el único verdadero equipaje que realmente nos acompaña.

Nos llevamos la muletilla con la que un amigo terminaba sus frases, (o no), nos llevamos el olor de algunos guisos preparados entre bromas y debates, nos llevamos caricias inesperadas y miradas misteriosas, ecos de risas, gargantas calientes que se tragaron lágrimas que tal vez debieron salir y esa  rima XXX de Becquer que regresa una y otra vez a anidar en mis maletas, como una golondrina testaruda, a preguntar que habría pasado si las palabras se hubieran dicho, el orgullo se hubiera callado, los besos se hubieran dado y las lágrimas hubieran rodado hasta el suelo como perlitas de collar roto.

Al final, como siempre, es la poesía la única que sobrevive dentro de mis maletas, la que me consuela y me enseña a distinguir lo descartable de lo valioso, lo vivo de lo muerto.

Lo eterno de lo efímero, lo pasado de lo por venir.

Y una vez más, le agradezco por ser parte de mí.


Isabel Salas